La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Domingo, 2025-02-09 lo siguiente:
Lectura del libro de Isaías 6, 1-2a. 3-8
El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso:
la orla de su manto llenaba el templo.
Y vi serafines en pie junto a é1. Y se gritaban uno a otro, diciendo:
—«¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!»
Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba
lleno de humo.
Yo dije:
—«¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio
de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los
ejércitos.»
Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del
altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:
—«Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu
pecado.»
Entonces, escuché la voz del Señor, que decía:
—«¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?»
Contesté:
—«Aquí estoy, mándame.»
Salmo responsorial Sal 137, 1-2a. 2bc-3. 4-5. 7c-8 (R.: 1c)
R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.Te doy gracias, Señor, de todo
corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario. R.
Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa
supera a tu fama; cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande. R.
Tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu
misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. R.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 3-8. 11
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y
en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio
que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe.
Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que
Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que
resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a
los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de
los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago,
después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mi.
Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol,
porque he perseguido a la Iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí.
Antes bien. he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia
de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es
lo que habéis creído.
Aleluya Mt 4, 19
Venid y seguidme —dice el Señor—, y os haré pescadores de hombres.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 1-11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de
Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a
la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.
Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra.
Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
—«Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.»
Simón contestó:
—«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero,
por tu palabra, echaré las redes.»
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red.
Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano.
Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón
Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:
—«Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con el, al ver la
redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos
de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón:
—«No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.