La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Lunes, 2025-08-04 lo siguiente:
Lectura de la profecía de Ezequiel 3, 16-21
En aquellos días, me vino esta palabra del Señor: -«Hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel. Cuando escuches una palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado que es reo de muerte, y tú no le das la alarma -es decir, no hablas, poniendo en guardia al malvado, para que cambie su mala conducta y conserve la vida-, entonces el malvado morirá por su culpa; y, a ti, te pediré cuenta de su sangre. Pero, si tú pones en guardia al malvado, y no se convierte de su maldad y de su mala conducta, entonces él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado la vida. Y, si el justo se aparta de su justicia y comete maldades, pondré un tropiezo delante de él, y morirá; por no haberle puesto en guardia, él morirá por su pecado, y no se tendrán en cuenta las obras justas que hizo; pero, a ti, te pediré cuenta de su sangre. Si tú, por el contrario, pones en guardia al justo para que no peque, y en efecto no peca, ciertamente conservará la vida, por haber estado alerta; y tú habrás salvado la vida.»
Salmo responsorial Sal 116, 1. 2 (R.: Mc 16, 15)
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio. (O bien: Aleluya.)
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R.
Aleluya Lc 4, 18
El Señor me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los
cautivos la libertad.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 35-10, 1
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas qué no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: -«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.» Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
Lectura del libro de los Números 11, 4b-15
En aquellos días, los israelitas dijeron: ¡Quién pudiera comer carne ! Cómo nos
acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, y de los pepinos y
melones y puerros y cebollas y ajos.
Pero ahora se nos quita el apetito de no ver más que maná.
(El maná se parecía a semilla de coriandro con color de bedelio; el pueblo se
dispersaba a recogerlo, lo molían en el molino o lo machacaban en el almirez, lo
cocían en la olla y hacían con ello hogazas que sabían a pan de aceite.
Por la noche caía el rocío en el campamento y encima de él el maná).
Moisés oyó cómo el pueblo, familia por familia, lloraba, cada uno a la entrada de su
tienda, provocando la ira del Señor; y disgustado, dijo al Señor: ¿Por qué tratas
mal a tu siervo y no le concedes tu favor, sino que le haces cargar con todo este
pueblo? ¿He concebido yo a todo este pueblo o lo he dado a luz, para que me
digas: Coge en brazos a este pueblo, como una nodriza a la criatura, y llévalo a la
tierra que prometí a sus padres ? ¿De dónde sacaré pan para repartirlo a todo el
pueblo? Vienen a mí llorando: Danos de comer carne.
Yo solo no puedo cargar con todo este pueblo, pues supera mis fuerzas.
Si me vas a tratar así, más vale que me hagas morir; concédeme este favor, y no
tendré que pasar tales penas.
Salmo responsorial Sal 80, 12-13. 14-15. 16-17
V/. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
R/. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
Mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su
corazón obstinado, para que anduviesen según sus antojos. R/.
Ojalá me escuchase mi pueblo, y caminase Israel por mi camino: en un
momento humillaría a sus enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios.
Los que aborrecen al Señor te adularían, y su muerte quedaría fijada; te
alimentaría con flor de harina, te saciaría con miel silvestre. R/.
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 14, 13-21
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de
allí en barca a un sitio tranquilo y apartado.
Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos.
Al desembarcar vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos.
Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: Estamos en despoblado y
es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de
comer.
Jesús les replicó: No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.
Ellos le replicaron: Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.
Les dijo: Traédmelos.
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos
peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio
a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente.
Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras.
Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.