La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Jueves, 2018-08-16 lo siguiente:
Dt 6, 3-9
Salmo Responsorial Sal 111, 1-2. 3-4. 5-7a. 7b-8. 9
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 26-30
Hermanos: El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios. Sabemos también que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó;a los que llamó, los justificó;a los que justificó, los glorificó. Palabra de Dios.
versículo antes del evangelio Mt 5, 3
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos;y él se puso a hablar, enseñándoles: -«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.» Palabra del Señor.
Lectura del Profeta Ezequiel 12, 1-12
Me vino esta palabra del Señor: Hijo de Adán, vives en la Casa Rebelde:
tienen ojos para ver, y no ven, tienen oídos para oír, y no oyen, pues son Casa
Rebelde.
Tú, hijo de Adán, prepara el ajuar del destierro, y emigra a la luz del día, a la vista
de todos;a la vista de todos emigra a otro lugar, a ver si lo ven;pues son Casa
Rebelde.
Saca tu ajuar, como quien va al destierro, a la luz del día, a la vista de todos;y tú sal
al atardecer, a la vista de todos, como quien va al destierro.
A la vista de todos abre un boquete en el muro y saca por allí tu ajuar.
Cárgate al hombro el hatillo, a la vista de todos, sácalo en la oscuridad;tápate la
cara, para no ver la tierra, porque hago de ti una señal para la Casa de Israel.
Yo hice lo que me mandó: saqué mi ajuar como quien va al destierro, a la luz del
día;al atardecer abrí un boquete en el muro, lo saqué en la oscuridad, me cargué
al hombro el hatillo, a la vista de todos.
A la mañana siguiente me vino esta palabra del Señor: Hijo de Adán, ¿no te ha
preguntado la Casa de Israel, la Casa Rebelde, qué es lo que hacías? Pues
respóndeles: Esto dice el Señor: Este oráculo contra Jerusalén va por el príncipe y
por toda la Casa de Israel que vive allí.
Di: Soy señal para vosotros: lo que yo he hecho lo tendrán que hacer ellos.
Irán cautivos al destierro.
El Príncipe que vive entre ellos se cargará al hombro el hatillo, abrirá un boquete en
el muro para sacarlo, lo sacará en la oscuridad, y se tapará la cara para que no lo
reconozcan.
Salmo responsorial Sal 77, 56-57. 58-59. 61-62;
V/. No olvidéis las acciones de Dios.
R/. No olvidéis las acciones de Dios.
V/. Tentaron a Dios Altísimo y se rebelaron, negándose a guardar sus preceptos:
desertaron y traicionaron como sus padres, fallaron como un arco engañoso.
V/. Con sus altozanos lo irritaban, con sus ídolos provocaban sus celos.
Dios lo oyó y se indignó, y rechazó totalmente a Israel. R/.
Abandonó sus valientes al cautiverio, su orgullo, a las manos enemigas;
entregó su pueblo a la espada, encolerizado contra su heredad. R/.
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 18, 21-19, 1
En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: Señor, si mi hermano me
ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le
contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y les propuso esta parábola: Se parece el Reino de los Cielos a un rey que quiso
ajustar las cuentas con sus empleados.
Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos.
Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y
sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: Ten paciencia conmigo y
te lo pagaré todo.
El Señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.
Pero al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien
denarios, y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo: Págame lo que me debes.
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y
te lo pagaré.
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su
señor todo lo sucedido.
Entonces el señor lo llamó y le dijo: ¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la
perdoné porque me lo pediste.
¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión
de ti? Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la
deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón
a su hermano.
Cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al
otro lado del Jordán.