La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Miércoles, 2025-10-01 lo siguiente:
Lectura del libro de Isaías 66, 10-14c
Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto. Mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos, y apuraréis las delicias de sus ubres abundantes. Porque así dice el Señor: «Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones. Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados. Al verlo, se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos florecerán como un prado; la mano del Señor se manifestará a sus siervos.»
Salmo responsorial Sal 130, 1. 2. 3
R. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas
que superan mi capacidad. R.
Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre. R.
Espere Israel en el Señor ahora y por siempre. R.
Aleluya Cf. Mt 11, 25
Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has revelado los secretos del
reino a la gente sencilla.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 1-4
En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: -«¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?» Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: -«Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos.»
Lectura del libro de Nehemías 2, 1-8
El mes de Nisán del año veinte del rey Artajerjes, siendo yo, Nehemías, copero
mayor, tomé vino y se lo ofrecí al rey.
Nunca me había presentado ante él con cara triste.
Y me dijo el rey: ¿Qué te pasa que estás tan triste? Tú no estás enfermo, sino
preocupado.
Me llevé un susto enorme y respondí al rey: Viva el rey eternamente.
¿Cómo no he de estar triste cuando la ciudad donde se hallan enterrados mis
padres está en ruinas y sus puertas consumidas por el fuego? El rey me dijo:
¿Qué pretendes? Me encomendé al Dios del cielo y contesté al rey: Si a Su
Majestad le parece bien, y si está satisfecho de su siervo, déjame ir a Judá y
reconstruiré la ciudad donde están enterrados mis padres.
El rey y la reina, que estaba sentada a su lado, me preguntaron: ¿Cuánto durará tu
viaje y cuándo volverás? Al rey le pareció bien la fecha que le indiqué y me dejó
ir.
Pero añadí: Ruego a Su Majestad que me den cartas para los gobernadores de
Transeufratina, para que me faciliten el viaje hasta Judá.
Y una carta dirigida a Asaf, encargado de los bosques reales, para que me
suministre vigas de madera para los portones de la ciudadela del templo, para el
muro de la ciudad y para la casa donde me voy a instalar.
Por un favor de Dios el rey me lo concedió todo.
Salmo responsorial Sal 136, 1-2. 3. 4-5. 6
V/. Que se me pegue la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti.
R/. Que se me pegue la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti.
V/. Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras. R/.
Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar, nuestros opresores, a
divertirlos.
«Cantadnos un cantar de Sión». R/.
V/. ¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera ! Si me olvido de ti,
Jerusalén, que se me paralice la mano derecha. R/.
V/. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a
Jerusalén en la cumbre de mis alegrías. R/.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 9, 57-62
En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo uno: Te
seguiré a donde vayas. Jesús le respondió: Las zorras tienen madriguera y los
pájaros, nido pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
A otro le dijo: Sígueme.
El respondió: Déjame primero ir a enterrar a mi padre.
Le contestó: Deja que los muertos entierren a sus muertos, tú vete a anunciar el
Reino de Dios.
Otro le dijo: Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.
Jesús le contestó: El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el
Reino de Dios.