La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Martes, 2019-08-06 lo siguiente:
Lectura de la profecía de Daniel 7, 9-10. 13-14
Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó;su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima;su trono, llamas de fuego;sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio;todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
Salmo responsorial Sal 96, 1-2. 5-6. 9 (R.: 1a y 9a)
R. El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.
El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Tiniebla y nube lo
rodean, justicia y derecho sostienen su trono. R.
Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria. R.
Porque tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los
dioses. R.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 1, 16-19
Queridos hermanos: Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: «Éste es mi Hijo amado, mi predilecto.» Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada. Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en vuestros corazones.
Aleluya Mt 17, 5c
Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 28b-36
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño;y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: -«Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: -«Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.» Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Lectura del libro de los Números 12, 1-13
En aquellos días, María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita
que había tomado por esposa.
Dijeron: ¿Ha hablado el Señor sólo a Moisés? ¿No nos ha hablado también a
nosotros? El Señor lo oyó.
Moisés era el hombre de más aguante del mundo.
El Señor habló de repente a Moisés, Aarón y María: Salid los tres hacia la tienda del
encuentro.
Y los tres salieron.
El Señor bajó en la columna de nube y se colocó a la entrada la tienda, y llamó a
Aarón y María.
Ellos se adelantaron y el Señor les habló: Escuchad mis palabras: Cuando hay entre
vosotros un profeta del Señor, me doy a conocer a él en visión y le hablo en
sueños;no así a mi siervo Moisés, el más fiel de todos mis siervos.
A él le hablo cara a cara;en presencia y no por enigmas contempla la figura del
Señor.
¿Cómo os habéis atrevido a hablar contra mi siervo Moisés? La ira del Señor se
encendió contra ellos, y el Señor se marchó.
Al apartarse la nube de la tienda, María tenía toda la piel descolorida, como nieve.
Aarón se volvió y la vio con toda la piel descolorida.
Entonces Aarón dijo a Moisés: Perdón, Señor.
No nos exijas cuentas del pecado que hemos cometido insensatamente.
No la dejes a María como un aborto que sale del vientre con la mitad de la carne
comida.
Moisés suplicó al Señor: Por favor, cúra1a.
Salmo responsorial Sal 50, 3-4. 5-6. 12-13.
V/. Misericordia, Señor: hemos pecado.
R/. Misericordia, Señor: hemos pecado.
V/. Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi
culpa.
Lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R/.
V/. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. R/.
Oh Dios, crea en mi un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu
firme;no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R/.
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 14, 22-36
Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la
barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar.
Llegada la noche, estaba allí solo.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el
viento era contrario.
De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua.
Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo,
pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida: ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! Pedro le contestó:
Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.
El le dijo: Ven.
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús;pero, al
sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor,
sálvame.
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has
dudado? En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él diciendo: Realmente eres Hijo de Dios.
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar,
apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron
donde él a todos los enfermos.
Le pedían tocar siquiera la orla de su manto ¡ y cuantos la tocaron quedaron
curados.