La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Jueves, 2018-06-28 lo siguiente:
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2, 22b-26
Querido hermano: Esmérate en la justicia y en la fe, en el amor y la paz con los que invocan al Señor con corazón limpio. Niégate a discusiones estúpidas y superficiales, sabiendo que acaban en peleas;y uno que sirve al Señor no debe pelearse, sino ser amable con todos;debe ser hábil para enseñar, sufrido, suave para corregir a los contradictores;puede que Dios les conceda convertirse y comprender la verdad;entonces recapacitarán y se zafarán del lazo del diablo que los tiene ahora cogidos y sumisos a su voluntad.
Salmo responsorial Sal 36, 3-4. 5-6. 30-31 (R.: 30a)
R. La boca del justo expone la sabiduría.
Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra y practica la lealtad;sea el Señor tu
delicia, y él te dará lo que pide tu corazón. R.
Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará: hará tu justicia como el
amanecer, tu derecho como el mediodía. R.
La boca del justo expone la sabiduría, su lengua explica el derecho;porque lleva en
el corazón la ley de su Dios, y sus pasos no vacilan. R.
Jn 17, 20-26
Lectura del segundo libro de los Reyes 24, 8-17
Cuando Jeconías subió al trono tenía dieciocho años, y reinó tres meses en
Jerusalén.
Su madre se llamaba Nejustá, hija de Elnatán, natural de Jerusalén.
Hizo lo que el Señor reprueba, igual que su padre.
En aquel tiempo los oficiales de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra
Jerusalén y la cercaron.
Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén cuando sus oficiales la tenían
cercada.
Jeconías de Judá se rindió al rey de Babilonia, con su madre, sus ministros,
generales y funcionarios.
El rey de Babilonia los apresó el año octavo de su reinado.
Se llevó los tesoros del templo y del palacio y destrozó todos los utensilios de oro
que Salomón, rey de Israel, había hecho para el templo según las órdenes del
Señor.
Deportó a todo Jerusalén, los generales, los ricos (diez mil deportados) , los herreros
y cerrajeros;sólo quedó la plebe.
Nabucodonosor deportó a Jeconías a Babilonia.
Llevó deportados, de Jerusalén a Babilonia, al rey y sus mujeres, sus funcionarios y
grandes del reino, todos los ricos (siete mil deportados) , los herreros y cerrajeros
(mil deportados) , todos aptos para la guerra.
Nombró rey a Matanías, sucesor de su tío, y le cambió el nombre en Sedecías.
Salmo responsorial Sal 78, 1-2. 3-5. 8. 9.
V/. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre.
R/. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre.
Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad, han profanado tu santo
templo, han reducido Jerusalén a ruinas;echaron los cadáveres de tus siervos en
pasto a las aves del cielo, y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. R/.
V/. Derramaron su sangre como agua en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos, la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre enojado? ¿Va a arder como fuego tu
cólera? . R/.
No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres;que tu
compasión nos alcance pronto, pues estamos agotados. R/.
Socórrenos, Dios Salvador nuestro, por el honor de tu nombre;líbranos y
perdona nuestros pecados, a causa de tu nombre. R/.
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 7, 21-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No todo el que me dice «Señor, Señor»
entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que
está en el cielo.
Aquel día muchos dirán: Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu
nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros? Yo
entonces les declararé: Nunca os he conocido.
Alejaos de mí, malvados.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre
prudente que edificó su casa sobre roca.
Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron.
contra la casa;pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel
hombre necio que edificó su casa sobre arena.
Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y
se hundió totalmente.
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque
les enseñaba con autoridad y no como los letrados.