La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Viernes, 2025-02-14 lo siguiente:
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 13, 46-49
En aquellos días, Pablo y Bernabé dijeron a los judíos: -«Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: “Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra.”» Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna creyeron. La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Palabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 116, 1. 2 (R.: Mc 16, 15)
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio (O bien: Aleluya).
Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos. R.
Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. R.
El Señor me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los
cautivos la libertad.
Aleluya y versículo antes del evangelio Lc 4, 18
El Señor me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: -«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa.” Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios.”»
Lectura del libro del Génesis 3, 1-8
La serpiente era más astuta que las demás bestias del campo que el Señor había
hecho.
Y dijo a la mujer: — ¿Con que Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del
jardín?
La mujer contestó a la serpiente: —Podemos comer los frutos de los árboles del
jardín; sólo del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios:
«No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte.
La serpiente replicó a la mujer: —No es verdad que tengáis que morir.
Bien sabe Dios que cuando comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios
en el conocimiento del bien y el mal.
La mujer se dio cuenta de que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable porque
daba inteligencia; y cogió un fruto, comió, se lo alargó a su marido, y él también
comió.
Se les abrieron los ojos a los dos, y descubrieron que estaban desnudos;
entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.
Oyeron al Señor que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa; el hombre y su
mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín.
Salmo responsorial Sal 31, 1-2. 5. 6. 7
V/. Dichoso el que está absuelto de su culpa.
R/. Dichoso el que está absuelto de su culpa.
V/. Dichoso el que está absuelto de su culpa.
a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le
apunta el delito.
y en cuyo espíritu no hay fraude. R/.
Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: «Confesaré al
Señor mi culpa» , y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.
V/. Por eso, que todo fiel te suplique en el momento de la desgracia: la crecida de
las aguas caudalosas no lo alcanzará. R/.
Tú eres mi refugio: me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. R/.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 7, 31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del
lago de Galilea, atravesando la Decápolis.
Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le
imponga las manos.
El, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva
le tocó la lengua.
Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete» ).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin
dificultad.
El les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más
insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y
hablar a los mudos.