La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Viernes, 2017-02-10 lo siguiente:
Ct 8, 6-7
Salmo Responsorial Sal 148, 1-2. 11-13b. 13c-14
Lc 10, 38-42
Lectura del libro del Génesis 3, 1-8
La serpiente era más astuta que las demás bestias del campo que el Señor había
hecho.
Y dijo a la mujer: — ¿Con que Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del
jardín?
La mujer contestó a la serpiente: —Podemos comer los frutos de los árboles del
jardín;sólo del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios:
«No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte.
La serpiente replicó a la mujer: —No es verdad que tengáis que morir.
Bien sabe Dios que cuando comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios
en el conocimiento del bien y el mal.
La mujer se dio cuenta de que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable porque
daba inteligencia;y cogió un fruto, comió, se lo alargó a su marido, y él también
comió.
Se les abrieron los ojos a los dos, y descubrieron que estaban desnudos;
entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.
Oyeron al Señor que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa;el hombre y su
mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín.
Salmo responsorial Sal 31, 1-2. 5. 6. 7
V/. Dichoso el que está absuelto de su culpa.
R/. Dichoso el que está absuelto de su culpa.
V/. Dichoso el que está absuelto de su culpa.
a quien le han sepultado su pecado;dichoso el hombre a quien el Señor no le
apunta el delito.
y en cuyo espíritu no hay fraude. R/.
Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito;propuse: «Confesaré al
Señor mi culpa» , y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.
V/. Por eso, que todo fiel te suplique en el momento de la desgracia: la crecida de
las aguas caudalosas no lo alcanzará. R/.
Tú eres mi refugio: me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. R/.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 7, 31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del
lago de Galilea, atravesando la Decápolis.
Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar;y le piden que le
imponga las manos.
El, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva
le tocó la lengua.
Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete» ).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin
dificultad.
El les mandó que no lo dijeran a nadie;pero, cuanto más se lo mandaba, con más
insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y
hablar a los mudos.