La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Miércoles, 2024-01-31 lo siguiente:
Flp 4, 4-9
Salmo Responsorial Sal 102, 1-2. 3-4. 8-9. 13-14. 17-18a
Mt 18, 1-5
Lectura del segundo libro de Samuel 24, 2. 9-17
En aquellos días, el rey ordenó a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él: Id
por todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba, a hacer el censo de la
población, para que yo sepa cuánta gente tengo.
Joab entregó al rey los resultados del censo: en Israel había ochocientos mil
hombres aptos para el servicio militar, y en Judá quinientos mil.
Pero, después de haber hecho el censo del pueblo, a David le remordió la
conciencia, y dijo al Señor: He cometido un grave error.
Ahora, Señor, perdona la culpa de tu siervo, porque he hecho una locura.
Antes que David se levantase por la mañana, el profeta Gad, vidente de David,
recibió la palabra del Señor: Vete a decir a David: «Así dice el Señor: Te
propongo tres castigos; elige uno y yo lo ejecutaré». Gad se presentó a David y le
notificó: ¿Qué castigo escoges: tres años de hambre en tu territorio, tres meses
huyendo perseguido por tu enemigo, o tres días de peste en tu territorio ? ¿Qué
le respondo al Señor que me ha enviado ? David contestó: Estoy en un gran
apuro.
Mejor es caer en manos de Dios, que es compasivo, que caer en manos de hombres.
El Señor mandó entonces la peste a Israel, desde la mañana hasta el tiempo
señalado.
Y, desde Dan hasta Berseba, murieron setenta mil hombres del pueblo.
El ángel extendió su mano hacia Jerusalén para asolar1a.
Entonces David, al ver al ángel que estaba hiriendo a la población, dijo al Señor:
¡Soy yo el que ha pecado! ¡Soy yo el culpable! ¿Qué han hecho estas ovejas?
Carga la mano sobre mí y sobre mi familia.
El Señor se arrepintió del castigo, y dijo al ángel que estaba asolando a la población:
¡Basta! ¡Detén tu mano!
Salmo responsorial Sal 31, 1-2. 5. 6. 7.
V/. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
R/. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
V/. Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito. R/.
Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: Confesaré al
Señor mi culpa, y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.
V/. Por eso, que todo fiel te suplique en el momento de la desgracia: la crecida de
las aguas caudalosas no lo alcanzará. R/.
V/. Tú eres mi refugio: me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6, 1-6
En aquel tiempo, fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se
preguntaba asombrada: ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le
han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo
de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón ? Y sus hermanas ¿no
viven con nosotros aquí ? Y desconfiaban de él.
Jesús les decía: No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes
y en su casa.
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las
manos.
Y se extrañó de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.