La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Lunes, 2020-02-03 lo siguiente:
Is 52, 7-10
Salmo Responsorial Sal 95, 1-2a. 2b-3. 7-8a. 10
Mc 1, 14-20
Lectura del segundo libro de Samuel 15, 13-14. 30;16, 5-13a
En aquellos días, uno llevó esta noticia a David: Los israelitas se han puesto de
parte de Absalón.
Entonces David dijo a los cortesanos que estaban con él en Jerusalén: ¡Ea huyamos!
Que si se presenta Absalón no nos dejará escapar. Salgamos a toda prisa, no sea
que él se adelante, nos alcance y precipite la ruina sobre nosotros, y pase a
cuchillo la población.
David subió la Cuesta de los Olivos;la subió llorando, la cabeza cubierta y los pies
descalzos.
Y todos sus acompañantes llevaban cubierta la cabeza y subían llorando.
Al llegar el rey David a Bajurín, salió de allí uno de la familia de Saúl, llamado
Semeí, hijo de Guerá, insultándole según venía.
Y empezó a tirar piedras a David y a sus cortesanos─toda la gente y los militares
iban a derecha e izquierda del rey─, y le maldecía: ¡Vete, vete, asesino, canalla! El
Señor te paga la matanza de la familia de Saúl, cuyo trono has usurpado.
El Señor ha entregado el reino a tu hijo Absalón, mientras tú has caído en desgracia,
porque eres un asesino.
Abisay, hijo de Seruyá, dijo al rey: Ese perro muerto, ¿se pone a maldecir a mi
señor? ¡Déjame ir allá y le corto la cabeza! Pero el rey dijo: ¡No os metáis en mis
asuntos, hijos de Seruyá! Déjale que maldiga, que si el Señor le ha mandado que
maldiga a David, ¿quién va a pedirle cuentas? Luego dijo David a Abisay y a
todos sus cortesanos: Ya veis. Un hijo mío, salido de mis entrañas, intenta
matarme, ¡y os extraña ese benjaminita! Dejadlo que me maldiga, porque se lo ha
mandado el Señor.
Quizás el Señor se fije en mi humillación y me pague con bendiciones estas
maldiciones de hoy.
David y los suyos siguieron su camino.
Salmo responsorial Sal 3, 2-3, 4-5. 6-7
V/. Levántate, Señor, sálvame.
R/. Levántate, Señor, sálvame.
Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan contra mí;cuántos
dicen de mí: Ya no lo protege Dios. R/.
V/. Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito, invocando al Señor, él me escucha desde su monte santo. R/.
V/. Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable que acampa a mi alrededor. R/.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago en la región de
los Gerasenos.
Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en las
tumbas, un hombre poseído de espíritu inmundo;ni con cadenas podía ya nadie
sujetarlo;muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía
las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo.
Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose
con piedras.
Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello: ¿Qué
tienes que ver conmigo, Jesús Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me
atormentes.
Porque Jesús le estaba diciendo: Espíritu inmundo, sal de este hombre.
Jesús le preguntó: ¿Cómo te llamas? El respondió: Me llamo Legión, porque somos
muchos.
Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte.
Los espíritus le rogaron: Déjanos ir y meternos en los cerdos.
El se lo permitió.
Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos;y la piara,
unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago.
Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en el campo.
Y la gente fue a ver qué había pasado.
Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado,
vestido y en su juicio.
Se quedaron espantados.
Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los
cerdos.
Ellos le rogaban que se marchase de su país.
Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía.
Pero no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que
el Señor ha hecho contigo por su misericordia.
El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había
hecho con él;todos se admiraban.