La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Lunes, 2025-09-15 lo siguiente:
Lectura de la carta a los Hebreos 5, 7-9
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Salmo responsorial Sal 30, 2-3a. 3b-4. 5-6. 15-16. 20 (R.: 17b)
R. Sálvame, Señor, por tu misericordia.
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a
salvo, inclina tu oído hacia mí. R.
Ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que
eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame. R.
Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo. A tus manos
encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás. R.
Pero yo confío en ti, Señor, te digo: «Tú eres mi Dios.» En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.
Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles, y concedes a los que a ti se
acogen a la vista de todos. R.
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía;
cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
¡Oh cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
¿Y quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo;
porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea;
porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio;
porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén;
porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
Aleluya
Feliz la Virgen María,
que, sin morir, mereció la palma del martirio
junto a la cruz del Señor.
Lectura del santo evangelio según san Juan 19, 25-27
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
-«Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo:
-«Ahí tienes a tu madre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Palabra del Señor.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 2, 1-8
Querido hermano: Te ruego, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias,
súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los
que están en el mundo, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible,
con toda piedad y decoro.
Eso es bueno y grato ante los ojos de nuestro Salvador, Dios, que quiere que todos
los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Pues Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre
Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos: éste es el testimonio en el
tiempo apropiado: para él estoy puesto como anunciador y apóstol digo la
verdad, no miento, maestro de los paganos en fe y verdad.
Encargo a los hombres que recen en cualquier lugar alzando las manos limpias de
ira y divisiones.
Salmo responsorial Sal 27, 2. 7. 8-9
V/. Bendito el Señor que escuchó mi voz suplicante.
R/. Bendito el Señor que escuchó mi voz suplicante.
Escucha mi voz suplicante cuando te pido auxilio, cuando alzo las manos
hacia tu santuario. R/.
V/. El Señor es mi fuerza y mi escudo: en él confía mi corazón, me socorrió, y mi
corazón se alegra y le canta agradecido. R/.
V/. El Señor es fuerza para su pueblo, apoyo y salvación para su ungido.
Salva a tu pueblo y bendice tu heredad, sé su pastor y llévalos siempre. R/.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 7, 1-10
En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún.
Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho.
Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a
curar a su criado.
Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: Merece que se lo
concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.
Jesús se fue con ellos.
No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle:
Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso
tampoco me creí digno de venir personalmente.
Dilo de palabra, y mi criado quedará sano.
Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a
uno: «ve, y va; al otro: «ven» , y viene; y a mi criado: «haz esto» , y lo hace.
Al oír esto, Jesús se admiró de él, y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: Os
digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.
Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.