La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Domingo, 2024-09-15 lo siguiente:
Lectura de la carta a los Hebreos 5, 7-9
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Salmo responsorial Sal 30, 2-3a. 3b-4. 5-6. 15-16. 20 (R.: 17b)
R. Sálvame, Señor, por tu misericordia.
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a
salvo, inclina tu oído hacia mí. R.
Ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que
eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame. R.
Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo. A tus manos
encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás. R.
Pero yo confío en ti, Señor, te digo: «Tú eres mi Dios.» En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.
Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles, y concedes a los que a ti se
acogen a la vista de todos. R.
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía;
cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
¡Oh cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
¿Y quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo;
porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea;
porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio;
porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén;
porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
Aleluya
Feliz la Virgen María,
que, sin morir, mereció la palma del martirio
junto a la cruz del Señor.
Lectura del santo evangelio según san Juan 19, 25-27
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
-«Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo:
-«Ahí tienes a tu madre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Palabra del Señor.
Lectura del libro de Isaías 50, 5-9a
El Señor me abrió el oído;
yo no resistí ni me eché atrás:
ofrecí la espalda a los que me apaleaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba;
no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda,
por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.
Tengo cerca a mi defensor,
¿quién pleiteará contra mí?
Comparezcamos juntos.
¿Quién tiene algo contra mí?
Que se me acerque.
Mirad, el Señor me ayuda,
¿quién me condenará?
Salmo responsorial Sal 114, 1-2. 3-4. 5-6. 8-9 (R/.: 9)
R/. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida. (O bien: Aleluya.)
Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia
mí el día que lo invoco. R/.
Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en
tristeza y angustia. Invoqué el nombre del Señor: «Señor, salva mi vida.» R/.
EL Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los
sencillos: estando yo sin fuerzas, me salvó R/.
Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida. R/.
Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 14-18
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es
que esa fe lo podrá salvar?
Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del
alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos
el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve?
Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta.
Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por
las obras, te probaré mi fe.»
Aleluya Ga 6,14
Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz del Señor, en la cual el mundo está
crucificado para mí, y yo para el mundo.
Lectura del santo evangelio segun san Marcos 8, 27-35
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de
Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos:
—«¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos le contestaron:
—«Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.»
EL les preguntó:
—«Y vosotros, ¿quién decís que soy?»
Pedro le contestó:
—«Tú eres el Mesías.»
É1 les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
Y empezó a instruirlos:
—«EL Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por
los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.»
Se lo explicaba con toda claridad. Entoces Pedro se lo llevó aparte y se puso a
increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro:
—«¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»
Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo:
—«EL que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su
cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su
vida por mí y por el Evangelio la salvará.»