La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Domingo, 2020-03-08 lo siguiente:
1 Jn 3, 14-18
Salmo Responsorial Sal 111, 1-2. 3-4. 5-7a. 7b-8. 9
Aleluya y versículo antes del evangelio Jn 13, 34
Os doy un mandamiento nuevo -dice el Señor-: que os améis unos a otros, como yo
os he amado.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 31-40
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre;heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.” Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?;¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?;¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” Y el rey les dirá: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.”»
Lectura del Libro del Génesis 12, 1-4a
En aquellos días, el Señor dijo a Abrahán:
—Sal de tu tierra
y de la casa de tu padre
hacia la tierra que te mostraré.
Haré de ti un gran pueblo,
te bendeciré, haré famoso tu nombre
y será una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan,
maldeciré a los que te maldigan.
Con tu nombre se bendecirán
todas las familias del mundo.
Abrahán marchó, como le había dicho el Señor.
Salmo responsorial Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 22
V/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
V/. La palabra del Señor es sincera
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
V/. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
V/. Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 1, 8b-10
Querido hermano:
Toma parte en los duros trabajos del Evangelio,
según las fuerzas que Dios te dé.
El nos salvó y nos llamó a una vida santa
no por nuestros méritos,
sino porque antes de la creación,
desde tiempo inmemorial,
Dios dispuso darnos su gracia,
por medio de Jesucristo;
y ahora, esa gracia se ha manifestado
por medio del Evangelio,
al aparecer nuestro Salvador Jesucristo,
que destruyó la muerte
y sacó a la luz la vida inmortal.
(Si no se canta, puede omitirse)
En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre:
Este es mi Hijo, el amado;escuchadle.
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 17, 1-9
En aquel tiempo, Jesús tomo consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los
llevó aparte a una montaña alta.
Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se
volvieron blancos como la luz.
Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces tomó la palabra y dijo a Jesús:
—Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías.
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una
voz desde la nube decía:
—Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle.
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y tocándolos les dijo:
—Levantaos, no temáis.
Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
—No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los
muertos.