La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Domingo, 2023-12-31 lo siguiente:
Ez 34, 11-16
Salmo Responsorial Sal 22, 1-3. 4. 5. 6
Mt 16, 13-19
Lectura del Libro del Eclesiástico 3, 3-7. 14-17a.
Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la
madre sobre la prole.
El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula
tesoros;
el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y cuando rece, será escuchado;
el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor le
escucha.
Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones, mientras vivas;
aunque chochee, ten indulgencia,
no lo abochornes, mientras vivas.
La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus
pecados;
el día del peligro se acordará de ti y deshará tus pecados como el calor la
escarcha.
Salmo responsorial Sal 127, 1-2. 3. 4-5
V/. ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos!
R/. ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos!
V/. ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien.
R/. ¡Dichoso el que teme al Señor,
y sigue sus caminos!
R/. Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa;
tus hijos como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa.
R/. ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos!
V/. Esta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén, todos
los días de tu vida.
R/. ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos!
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 3, 12-21.
Hermanos :
Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la
misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión.
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro.
El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón: a ella habéis sido
convocados, en un solo cuerpo.
Y celebrad la Acción de Gracias: la Palabra de Cristo habite entre vosotros en
toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.
Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos
inspirados.
Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús,
ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medir, de él.
Aleluya Col 3, 15a. 16a
Aleluya, aleluya.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón;
que la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza.
Aleluya.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2, 22-40.
Cuando llegó el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés,
llevaron a Jesús a Jerusalén, para presentarlo al Señor [(de acuerdo con lo escrito en
la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor») y para
entregar la oblación (como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos
pichones»).
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y
piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él.
Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al
Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu Santo, fue al templo.
Cuando entraban con el Niño Jesús sus padres (para cumplir con él lo previsto
por la ley), Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis
ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para
alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo, Israel.
José y María, la madre de Jesús, estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo diciendo a María, su madre:
—Mira: Este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será
como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a
ti una espada te traspasará el alma.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una
mujer muy anciana: de jovencita había vivido siete años casada, y llevaba ochenta y
cuatro de viuda; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con
ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba
del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel].
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la Ley del Señor, se volvieron a
Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se
llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.