La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Miércoles, 2023-01-25 lo siguiente:
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 22, 3-16
En aquellos días, dijo Pablo al pueblo:
-«Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié en esta ciudad; fui alumno de Gamaliel y aprendí hasta el último detalle de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto fervor como vosotros mostráis ahora. Yo perseguí a muerte este nuevo camino, metiendo en la cárcel, encadenados, a hombres y mujeres; y son testigos de esto el mismo sumo sacerdote y todos los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y fui allí para traerme presos a Jerusalén a los que encontrase, para que los castigaran.
Pero en el viaje, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía:
“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”
Yo pregunté:
“¿Quién eres, Señor ?”
Me respondió:
“Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues.”
Mis compañeros vieron el resplandor, pero no comprendieron lo que decía la voz.
Yo pregunté:
“¿Qué debo hacer, Señor?”
El Señor me respondió:
“Levántate, sigue hasta Damasco, y allí te dirán lo que tienes que hacer.”
Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco.
Un cierto Ananías, devoto de la Ley, recomendado por todos los judíos de la ciudad, vino a verme, se puso a mi lado y me dijo:
“Saulo, hermano, recobra la vista.”
Inmediatamente recobré la vista y lo vi.
Él me dijo:
“El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, para que vieras al Justo y oyeras su voz, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, no pierdas tiempo; levántate, recibe el bautismo que, por la invocación de su nombre, lavará tus pecados.”»
Palabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 116, 1. 2 (R.: Mc 16, 15)
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio (O bien: Aleluya). Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos. R.
Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. R.
Aleluya Cf. Jn 15, 16
Yo os he elegido del mundo, para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure -dice
el Señor-.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 15-18
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: -«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Lectura de la carta a los Hebreos 10, 11-18
Hermanos: Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo
muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los
pecados.
Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un sacrificio; está sentado a
la derecha de Dios y espera el tiempo falta hasta que sus enemigos sean puestos
como estrado de sus pies.
Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo
consagrados.
Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo.
En efecto, después de decir: «Así será la alianza que haré con ellos después de
aquellos días» ,
añade el Señor: «Pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en su mente,
y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus culpas».
Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.
Salmo responsorial Sal 109, l. 2. 3. 4
V/. «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec».
R/. «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec».
V/. Oráculo del Señor a mi Señor: «siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos
estrado de tus pies». R/.
V/. Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus
enemigos. R/.
V/. «Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré como rocío, antes de la aurora». R/.
V/. EL Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno, según el
rito de Melquisedec». R/.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 4, 1-20
En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago.
Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca; se sentó y el gentío
se quedó en la oril1a.
Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: Escuchad: Salió el
sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los
pájaros y se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no
era profunda, brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta
de raíz, se secó.
Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron y no dio grano.
El resto cayó en tierra buena; nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o
del sesenta o del ciento por uno.
Y añadió: El que tenga oídos para oír que oiga.
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el
sentido de las parábolas.
El les dijo: A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en
cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que «por más que
miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los
perdone».
Y añadió: ¿No entendéis esta parábola ? ¿Pues cómo vais a entender las demás ? El
sembrador siembra la palabra.
Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en
cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.
Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso, al escucharla la acogen
con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad
o persecución por la Palabra, enseguida sucumben.
Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la
Palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo
lo demás los invaden, ahogan la Palabra, y se queda estéril.
Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la Palabra, la
aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.