La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Domingo, 2023-04-23 lo siguiente:
Ap 21, 5-7
Salmo Responsorial Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6
Lc 9, 23-26
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22-28
El día de Pentecostés, se presentó Pedro con los once, levantó la voz y dirigió la
palabra:
Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante
vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme
al plan previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de
paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la
muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice:
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia.
Salmo responsorial Sal 15, 1-2a y 5. 7-8. 9-10. 11
V/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
(o, Aleluya).
R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
V/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano.
R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
V/. Bendeciré al Señor que me aconseja; hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
V/. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
V/. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 1, 17-21
Queridos hermanos:
Si llamáis Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomad en
serio vuestro proceder en esta vida.
Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no
con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin
defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los
tiempos por nuestro bien.
Por Cristo vosotros creéis en Dios,
que lo resucitó y le dio gloria,
y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza.
Aleluya Lc 24, 32
(Si no se canta, puede omitirse)
Aleluya, aleluya.
Señor Jesús, explícanos las Escrituras.
Enciende nuestro corazón mientras nos hablas. Aleluya.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una
aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que
había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a
caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
El les dijo:
—¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
—¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?
El les preguntó:
—¿Qué?
Ellos le contestaron:
—Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios
y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo
condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro
liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas
mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro,
no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de
ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al
sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le vieron.
Entonces Jesús les dijo:
—¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era
necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?
Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él
en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le
apremiaron diciendo:
—Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída.
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la
bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él
desapareció.
Ellos comentaron:
—¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las
Escrituras?
Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a
los once con sus compañeros, que estaban diciendo:
Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que
les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.