La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Miércoles, 2023-11-22 lo siguiente:
Os 2, 16b. 17b. 21-22
Salmo Responsorial Sal 44, 11-12. 14-15. 16-17
Mt 25, 1-13
Lectura del segundo libro de los Macabeos 7, 1. 20-31
En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre.
El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo,
prohibida por la ley.
Ninguno más admirable y digno de recuerdo que la madre.
Viendo morir a sus siete hijos en el espacio de un día, lo soportó con entereza,
esperando en el Señor.
Con noble actitud, uniendo un temple viril a la ternura femenina, fue animando a
cada uno, y les decía en su lengua: Yo no sé cómo aparecisteis en mi seno: yo no
os di el aliento ni la vida, ni formé con los elementos vuestro organismo. Fue el
Creador del universo, el que modela la raza humana y determina el origen de
todo. El, con su misericordia, os devolverá el aliento y la vida, si ahora os
sacrificáis por su ley.
Antíoco creyó que la mujer lo despreciaba, y sospechó que lo estaba insultando.
Todavía quedaba el más pequeño, y el rey intentaba persuadirlo; más aún, le juraba
que si renegaba de sus tradiciones lo haría rico y feliz, lo tendría por amigo y le
daría algún cargo.
Pero como el muchacho no hacía el menor caso, el rey llamó a la madre y le rogaba
que aconsejase al chiquillo para su bien.
Tanto le insistió, que la madre accedió a persuadir al hijo: se inclinó hacia él y,
riéndose del cruel tirano, habló así en su idioma: Hijo mío, ten piedad de mí, que
te llevé nueve meses en el seno, te amamanté y crié tres años y te he alimentado
hasta que te has hecho un joven. Hijo mío, te lo suplico, mira el cielo y la tierra,
fíjate en todo lo que contienen y ten presente que Dios lo creó todo de la nada, y
lo mismo da el ser al hombre. No temas a ese verdugo; ponte a la altura de tus
hermanos y acepta la muerte. Así, por la misericordia de Dios, te recobraré junto
con ellos.
Estaba todavía hablando, cuando el muchacho dijo: ¿Qué esperáis? No me someto
al decreto real.
Yo obedezco los preceptos de la ley dada a nuestros antepasados por medio de
Moisés. Pero tú, que has tramado toda clase de crímenes contra los hebreos, no te
escaparás de las manos de Dios.
Salmo responsorial Sal 16, 1. 56. 8ab y 15
V/. Al despertar, Señor, me saciaré de tu semblante.
R/. Al despertar, Señor, me saciaré de tu semblante.
V/. Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño. R/.
V/. Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío, inclina el oído y escucha mis
palabras. R/.
V/. Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme.
Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu
semblante. R/.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 19, 11-28
En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de
Jerusalén y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a
otro: Dijo, pues: Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el
título de rey, y volver después.
Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles:
Negociad mientras vuelvo.
Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras de él una embajada para
informar: «No queremos que él sea nuestro rey».
Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había
dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó y dijo: Señor, tu onza ha producido diez.
El le contestó: Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una
minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades.
El segundo llegó y dijo: Tu onza, señor, ha producido cinco.
A ése le dijo también: Pues toma tú el mando de cinco ciudades.
El otro llegó y dijo: Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te
tenía miedo porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y
siegas lo que no siembras.
El le contestó: Por tu boca te condeno, empleado holgazán.
¿Con que sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no
siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría
cobrado con los intereses.
Entonces dijo a los presentes: quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez.
Le replicaron: Señor, si ya tiene diez onzas.
Os digo: Al que tiene se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.
Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en
mi presencia.
Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.